Adalid de la Economía

Por José Manuel Suárez Mier

Lo mismo que hay multitud de antieconomistas cuyas andanzas reseño regularmente, de vez en cuando surge uno auténtico héroe de la economía que no sólo ha soñado con cambiar al mundo sino que ha buscado la ocasión de hacerlo y lo ha conseguido.

Uno de esos personajes de antología, es José Piñera. Estuvo en México unos días para participar en la conferencia monetaria organizada por el Cato Institute de Washington con el patrocinio de El Economista.

Piñera pertenece a la generación de jóvenes economistas que transformaron a Chile. De una economía estancada y mediocre, con niveles de vida exiguos y en deterioro para la mayoría de los chilenos, hoy es la economía más dinámica y sólida de Iberoamérica que cuenta, además, con un consenso político notable sobre el rumbo a seguir.

Este hombre excepcional combina el rigor académico con una espléndida habilidad para vender sus ideas a la población, en el papel que mi querido maestro y premio Nobel de Economía 1982, George Stigler definió como la indispensable labor del economista como evangelizador.

Entre las reformas económicas realizadas por Piñera que cambiaron el destino de Chile y sus habitantes, destacan las siguientes:

1. Una verdadera revolución laboral que hizo mucho más flexible y eficiente la legislación en la materia para generar mayor productividad y creciente eficiencia. Ello permitió, a su vez, crear más y mejor remunerados empleos. Parte de ese esfuerzo incluyó la promoción de una cultura democrática en la elección de líderes sindicales para que fueran los propios trabajadores quienes lo hicieran por voto universal y secreto y no por los antiguos medios corporativos que perpetuaban liderazgos sindicales venales y deplorables.

2. La reforma de pensiones y fondos de retiro, que es un modelo a escala mundial y se promueve, inclusive, en países avanzados de Europa y América del norte. De hecho, el ejemplo chileno fue el que inspiró la profunda transformación que se hizo en México en las materias aludidas y que permitió que se dejara de desposeer a los trabajadores de los ahorros acumulados a lo largo de su vida de trabajo con la creación de las Afores.

3. Una nueva ley minera que definió con precisión los derechos de propiedad y acotó la intervención gubernamental en esa importante materia, en la que Chile es una potencia mundial. Estos cambios permitieron generar un dinamismo insólito en un sector que se había vuelto un pesado fardo para la economía chilena.

Ya habrá ocasión de tratar con mayor detenimiento estas reformas básicas y muy deseables. Quiero terminar, sin embargo, citando una advertencia del propio Piñera que le va como anillo al dedo al gobierno de Vicente Fox, que deseo fervientemente que se atienda:

“La historia de Chile es la historia de gobiernos que vieron pasar su cuarto de hora con la misma indolencia de las vírgenes necias. Se hicieron cargo del país sin visión de largo plazo. Una vez en el poder, confundieron lo urgente con lo importante y se enredaron en el día a día. Cuando se dieron cuenta de su error, ya era tarde. No obstante las buenas intenciones, no obstante las agitaciones de muchas jornadas febriles donde se soñaba con un país mejor, a la postre las cosas quedaban igual. A la retórica del cambio seguía la frustración del inmovilismo. El país quedaba con los mismos problemas, pero agravados por la desidia y la pendiente de la irracionalidad. En verdad, el ahora o nunca es una disyuntiva crucial en la política.”

 

 

 

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