El peso de Bolívar

Por José Piñera
[Revista Economía y Sociedad, 18 de marzo, 2002]

En las escuelas del continente los estudiantes son intoxicados con las proezas guerreras y las frases hermosas del más importante de los Libertadores de América Latina, Simón Bolívar.

No cabe duda de que Bolívar fue una suerte de Napoleón Bonaparte latinoamericano, inmensamente más audaz y exitoso en el campo de batalla que el cauteloso George Washington.

Quien lee su notable texto "Mi delirio sobre el Chimborazo" puede también comprobar que Bolívar es el verdadero padre del "realismo mágico" en literatura, un precursor, un siglo y medio antes, de García Márquez.

Victorioso general, imaginativo escritor, sensible a los encantos femeninos (especialmente a los de Manuelita Sáenz), y gran gozador de la vida, Bolívar fue un hombre excepcional.

Como tantos, me confieso embrujado por su odisea personal y con frecuencia lo voy a saludar en Nueva York, pues debe sentirse solo montado a caballo allí donde la Sexta Avenida o Avenida de las Américas termina en el Central Park, tan lejos del que Arciniegas llamó "el continente de siete colores".

Sin embargo, es preciso reconocer que Bolívar fracasó como fundador de las nuevas repúblicas.

En 1826, en los mismos días en que Adams y Jefferson morían dejando a Estados Unidos con sólidos fundamentos constitucionales y filosóficos, Bolívar --concluida su tarea militar tras liberar a Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y crear Bolivia-- le escribe al general Santander, desde la quinta de Magdalena en Lima, que "... solamente un hábil despotismo puede regir a la América" (8 de Julio, 1826).

El mismo Bolívar redacta una Constitución para Bolivia, que pretende sea un modelo para "toda América", y propone "un presidente vitalicio, con derecho para elegir su sucesor, pues es la inspiración más sublime en el orden republicano" (por supuesto, sus contemporáneos estiman que Bolívar piensa en sí mismo para este cargo, ya que sería la única persona que podría transformarse en este rey sin corona de buena parte de Sudamérica).

Pero no es todo. Aboga por un Senado hereditario y por unos Censores con la responsabilidad de ejercer "una potestad política y moral que tiene alguna semejanza con la del Areopago de Atenas y los Censores de Roma".

Con razón él mismo en su Mensaje al Congreso Constituyente de Bolivia se declara "sobrecogido de confusión y timidez" para sentar las bases cardinales y las reglas de conducta en un Estado de derecho. Sin embargo lo intenta.

Esta propuesta delirante de Constitución es agravada por las ideas de Bolívar sobre el rol del Estado en una sociedad. Navegando por el caudaloso Orinoco, ya había dictado lo siguiente para su famoso Discurso ante el Congreso de Angostura (15 de Febrero de 1819): "¿Quién puede resistir el imperio de un Gobierno Bienhechor, que con una mano hábil, activa y poderosa dirige siempre, y en todas partes, todos sus resortes hacia la perfección social?".

Aquí Bolívar, discípulo de Rousseau como lo fue su tutor Simón Carreño Rodríguez quien lo llevó a Europa a completar su educación, anticipa el monstruoso Estado omnipresente del siglo 20.

¡Qué distinta esta "mano hábil, activa y poderosa" de Bolívar que pretende dirigir "siempre" y "en todas partes" sus resortes (el uso de la fuerza) "hacia la perfección social" (definida por ¿quién y cómo?), a la "mano invisible" de Adam Smith!

¡Qué abismo entre estos postulados, y aquellos de los Padres Fundadores de Estados Unidos que, inspirados en John Locke y Adam Smith, sostenían que los gobiernos se instituyen entre los hombres sólo para asegurar sus derechos inalienables a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad!

Son transparentes las coincidencias entre el confundido "discurso" de Bolívar y aquel de los cientos de "caudillos" que ha tenido América Latina en sus casi dos siglos de "independencia", incluidos por cierto el general Perón y más recientemente el comandante Chávez. Pero lo notable es que la misma confusión conceptual la tienen hasta hoy la mayoría de los políticos del continente.

Uno de mis "descubrimientos" en esta década recorriendo, estudiando y amando las Américas, es que el "peso de Bolívar" es tan fuerte en América Latina como el "peso de Jefferson" en Estados Unidos. Sólo que en direcciones opuestas.


 

 

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