CON LA VISTA NUBLADA

Por José Piñera (La Tercera, 4 de Julio, 1983).


Hace dos semanas la Asociación Nacional de la Prensa declaró públicamente: "altos funcionarios han advertido a los directores de periódicos que deben restringir su material noticioso, en una amplia gama de materias ajenas a dicha disposición constitucional (el artículo décimo transitorio de la Carta Fundamental, referente al receso político partidista), lo que constituye una presión indebida, que afecta la razón de ser de la prensa y daña seriamente derechos básicos de toda la ciudadanía".

Ampliando el alcance de esta declaración, el presidente de la Asociación señaló, poco después, que "deberían cumplirse varios requisitos para afirmar la libertad de prensa; uno, la libertad para editar y fundar diarios y revistas, y otro, que no ocurran estas "pedidas" de colaboraci¢n a la prensa, que en el fondo son censura".

Debo precisar que, en mi calidad de director de la revista Economía y Sociedad, no he recibido advertencia ni petición oficial alguna que restrinja nuestra libertad de expresión.  Moralmente ello me obliga aún más a defender estas libertades, si ellas están amagadas para otros medios de comunicación.

Como las autoridades de gobierno no han refutado directamente estas declaraciones, es razonable presumir que efectivamente en nuestro país hay una virtual censura de prensa.

La limitación al derecho de libre expresión de las ideas y al derecho de la ciudadanía a estar informada atenta contra la Constitución de la República, aprobada en 1980, que reconoció amplia y categóricamente estos derechos, y que representa, por cierto, el pilar de la legitimidad del Gobierno.

Por otra parte, es una torpe política aquella del avestruz: esconder la cabeza y no saber lo que ocurre.  Como advierte el Comité Permanente del Episcopado en su valiosa declaración, "la peor de las noticias, si es verdadera, es preferible al rumor irresponsable, muchas veces equivocado y aun malévolo, pero inevitable cuando no hay acceso a las fuentes de la verdad".

Los partidarios de la libertad integral vemos a la libertad de expresión como pilar fundamental de una sociedad civilizada y libre.

Los hombres no podemos evitar que los dioses cieguen a los que quieren confundir. Pero sí podemos cumplir con un deber de lealtad para con los gobernantes, advirtiéndoles con franqueza que pocas actitudes crean más desconfianza y son más contraproducentes que aquellas que nublan la vista respecto de las causas, manifestaciones, consecuencias y soluciones de una crisis.

Nadie puede impedir que, tarde o temprano, la verdad se conozca. Y si ella no coincide con la información oficial, la confianza en el Gobierno y en los gobernantes se resquebraja gravemente.


 

 

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